FRANCISCO LAZO MARTI

Su vida

Francisco Lazo Martí fue hombre de pluma y bala. Nadie pensaría que un fino poeta y médico, de honda sensibilidad como el guariqueño Lazo Martí, hubiera tenido también arrestos de revolucionario, pero el caso es que este llanero sabe combinar la dulzura de sus poemas nativistas con el bronco tronar de las guerras civiles, revolucionario activo en «La Legalista», con Joaquín Crespo y en «La Libertadora», contra Cipriano Castro, quizás como catarsis, como modo de drenar la tormenta que hacía estragos en su interior.

Lazo Martí nació el 14 de marzo de 1869 en Calabozo, estado Guárico; en esa misma población estudió primaria y bachillerato; en la Universidad Central se graduó de Doctor en Medicina, a los 20 años de edad. Es por esta época cuando sufre la fiebre revolucionaria.

Enamorado del campo y sus encantos, la Silva Criolla de Lazo Martí es una constante invitación a ese productivo volcar los ojos sobre a tierra, no sólo desde el punto de vista de la generosidad con que la naturaleza ha premiado a Venezuela, sino por lo que la naturaleza misma, el campo, las flores, los ríos, las montañas, el límpido cielo, constituyen un continuo y verdadero solaz para el espíritu. Quizás esto salvó a Lazo Martí de un final trágico, dada su depresión ante la soledad, la tristeza, el desamor.

El crítico Mario Torrealba Lossi afirma que «en la Silva Criolla se juntan, en mágica simbiosis, la concepción de lo hispanoamericano -el paisaje, el hombre, el sentido telúrico- así como la expresión más genuina del carácter venezolano».

Lazo Martí murió el 9 de agosto de 1909, en Maiquetía. Nos dejó, para delicia nuestra, además de su Silva Criolla, poemas tan bellos como Crepusculares, Veguera, Flor de Pascua y Consuelo.

El mismo año en que Manuel Vicente Romerogarcía publica su novela Peonía (1890), se está graduando de médico Francisco Lazo Martí, un joven estudiante nacido en Calabozo que ha venido a Caracas sólo a recibir su diploma universitario. Ha vivido siempre en el corazón de los llanos, y a ellos regresa con su título y su vocación de servicio público.

En Guárico, Apure y Barinas habrá de ejercer su profesión, más con el carácter de un apostolado que con miras lucrativas. Su sensibilidad por las angustias y necesidades de los humildes bien pronto rebasa sus capacidades como médico, y lo atrae hacia el terreno de la política. En 1892 es redactor, en San Fernando de Apure, del periódico El Legalista, en cuyas columnas hace campaña contra el continuismo del Presidente Raimundo Andueza Palacio, a quien derroca el General Joaquín Crespo, cabeza de la llamada Revolución Legalista.

El triunfo de los legalistas no representó para Lazo Martí oportunidad para escalar posiciones o solicitar recompensas. Prefiere internarse en dos pueblos barineses, Puerto Nutrias y Soledad, en los que permanece cuatro años (1893-1897), en ejercicio de la profesión.

En 1897 regresa a Calabozo y se casa con Francisca Rodríguez, su novia de la infancia. En 1900, Panchita presenta síntomas de tuberculosis. Lazo la lleva a un hato, "El Tapiz", vecino de Calabozo. En esta ciudad el poeta dicta clases de literatura en el Colegio de Primera Categoría, y es, además, Sub-Director del plantel. Concluidas las labores docentes va a reunirse con su esposa. Juntos emprenden pequeñas caminatas a favor de la brisa vespertina, y contemplan el atardecer. La enfermedad no cede. Panchita fallece en 1903.

Por la misma época en que empeora la salud de su esposa Lazo se ve comprometido en una nueva empresa subversiva, la Revolución Libertadora que encabeza el Gral. Manuel Antonio Matos contra el General Cipriano Castro. A través de expresiones simbólicas, Lazo Martí introducirá en la Silva criolla su repudio al régimen que entonces se iniciaba.

Fracasado el intento de Matos, Lazo Martí se oculta por algún tiempo en Calabozo. A fines de 1904 vuelve a Puerto Nutrias, donde lleva una discreta existencia. En 1905 se casa con Veturia Velazco. Por estos tiempos ha venido cumpliéndose en Lazo Martí un interesante proceso anímico. Sus sentimientos religiosos y sus conocimientos científicos se disputan la explicación de los misterios de la vida y de la muerte.

Se sabe que el poeta padecía de insomnio. Por eso la noche aparece en todos sus poemas como algo cruel, siniestro, pavoroso:

Noche de insomnio cruel, al fin terminas! Del mar ignoto en el azul remanso
asoman ya las velas purpurinas.

Empiezan para mí las del descanso
horas deseadas con afán y pena.
El torpe corazón dócil y manso
acaricia impotente su cadena.

Torna a mi mente bienhechora calma;
y cuando el bruto su mirada estrena comienza a anochecer sobre mi alma.

Era, pues, hacia el amanecer, cuando el poeta lograba el sueño. Entre tanto había pesado sobre él la angustia nocturna, acribillada por los mil ruidos de los animales noctámbulos; asediada por la meditación que no alcanza soluciones definitivas. Ante su desvelo, la incógnita de una naturaleza que muere y resucita eternamente:

Tú sufres, mi Esperanza! De tu duelo
es testigo el nublado que así vierte
su tristeza en el ámbito del cielos!

Tú temes a los cambios de la muerte, porque al viento la selva estremecida
en enorme esqueleto se convierte.

Mañana, en cambio: la invisible Druida,
la que arranca las hojas en otoño,
derramará el aliento de su vida
en la tierna esmeralda del retoño.

La vida que renace está efectivamente en el esmeralda del retoño, en el corazón que palpita, en el ave que canta. Pero, ¿quién la da y quién la quita, y por qué y para qué? No hay respuestas claras. Vivir es ignorar y es angustiarse ante el misterio. Preferible sería la inocencia del niño que todo lo desconoce:

No sabe el corazón por qué palpita,
ni el ave por qué canta, ni la estrella
por qué alumbra la bóveda infinita.

Oculta fuente luminosa y bella,
la vida, sin dolor ni pena alguna,
palpita o canta, o como sol destella.

Vivir es ignorar! Si de la cuna
suspiras por la angélica fragancia:
si vuelves a ser niño, de fortuna
pide que nunca muera tu ignorancia!.

Estamos, pues, ante un poeta a quien mortifican serios interrogantes; un poeta que dice de sí mismo que está "luchando en vano entre misterio y duda", mientras "el alma enferma y el corazón vacila". Un poeta que no logra dormir por las noches y que se ve envuelto por una doble oscuridad: las sombras nocturnas, y sus incertidumbres. En tales condiciones anímicas, todo cuanto emite alguna luz constituye un sedativo para el espíritu atormentado. Por ejemplo, el cocuyo que destella en la espesura, y que no se mancha en el pantano de las vacilaciones. El cocuyo -diminuto fanal- se convierte en el símbolo de una esperanza cuando el poeta desea que alguna luz como la suya, no importa cuán pequeña, alumbre el camino del alma hacia los reinos del más allá:

Tu fanal es virtud! El fanal tuyo
te libra de mancharte en el pantano,
oh rondador, espléndido cocuyo!

Del tenebroso imperio soberano,
a tu luz se incorpora para verte
la nube que dormita sobre el llano.

Vivir para alumbrar, esa es tu suerte! Guiar por la tiniebla, es tu destino!
Acudir sigiloso a nuestra muerte
y prestarnos tu luz para el camino!

Esta utilización de elementos de la naturaleza llanera para simbolizar su atormentada crisis interior, se encuentra en pasajes fundamentales de la Silva criolla. Por tal motivo, este poema expresa inquietudes universales y eternas que van más allá del simple registro objetivo del paisaje. Esto fue demostrado ampliamente por la intuición y la sabiduría crítica de Edoardo Crema.

Desde Puerto Nutrias Lazo Martí fue llevado a Calabozo (1907), enfermo de hemiplejia. Dos años después fue trasladado a Caracas en busca de alivio para su mal. De Caracas pasó a Maiquetía, y se enfrentó al gran espectáculo del mar. Todavía tuvo ánimos para escribir este excelente serventesio:

Has llegado, mortal! Mira callado
lo que llaman los hombres maravilla!
Adora este coloso encadenado
que viene a suspirar sobre la orilla!

Lazo Martí, como el mar, había llegado también a la orilla, encadenados sus músculos por la parálisis. El 8 de agosto de 1909 falleció a consecuencias de una apoplegía cerebral. ¿Tuvo, en esa hora póstuma, el diminuto fanal de un cocuyo?.

La obra literaria. Junto con Bello y Pérez Bonalde, Lazo Martí es el tercer gran poeta venezolano. Su Silva criolla está en la misma línea telúrica de La agricultura de la zona tórrida y de Vuelta a la patria, según lo demuestra Fernando Paz Castillo.

La obra de Lazo no es muy extensa. Su autor la fue dejando en efímeros periódicos de provincia, o en originales manuscritos que confiaba al cuidado de amigos íntimos. No parece haberse preocupado por recoger sus poemas en volumen.

En una vida de azares, en ambientes pobres para su formación intelectual, sorprende el alto nivel alcanzado por Lazo en cuanto a manejo del lenguaje poético y a la erudición que se observa en algunas de sus páginas. Sólo un lector atento de los clásicos podía manejar el castellano con un sentido tan hermoso y tan moderno.

En su obra confluyen elementos neoclásicos, románticos, parnasianos y simbolistas. Pero Lazo, situándose por encima de ellos, incorpora los temas de la tierra, añade sus vivencias, y funde en su crisol un metal poético, la Silva criolla.

SILVA CRIOLLA

Es su poema de mayor extensión, y el más cuidadosamente elaborado. Alcanzó a darle una forma en la que ya nada es susceptible de cambio. En esta silva, Lazo conjuga algunos rasgos de su vida sentimental y del mundo interior de sus dudas y valores ético-políticos. Están, así mismo, los testimonios de su exacto conocimiento del paisaje y las costumbres llaneras; la evocación de la primera esposa, fallecida prematuramente. Y sirviéndose de imágenes de la tierra, aparecen algunas de sus inquietudes espirituales relacionadas con el misterio de la vida y de la muerte.

Esta variedad en los temas recuerda la técnica de los murales, la estructura de la suite. Cada uno de los once cantos que forman la silva, sin excepción, es autónomo puede leerse con independencia de los restantes. Sin embargo, se trata de un poema único, de armoniosa y unificada estructura formal y temática.

A mi juicio, la Silva criolla contiene cinco grandes conjuntos temáticos:

1. Ideario social, ético y político.

2. El paisaje llanero.

3. El hombre del llano y sus faenas.

4. La melancolía.

5. La duda metafísica.

COMENTARIO SOBRE LA SILVA CRIOLLA

Ideario social, ético y político

La Silva criolla fue dedicada por Lazo Martí A un bardo amigo. A este poeta que vive en la ciudad, Lazo lo insta para que regrese a los llanos, esgrimiendo varios argumentos a favor de su petición: la nostalgia a que está quien se ausenta de su tierra natal, el peligro de verse humillado ante los poderosos, la ciudad corruptora, el decoro personal vendido al mejor postor. Es decir, una concepción ética de la vida.

En la "Invitación" salta a la vista la paráfrasis de un tema clásico, como es el contraste entre la ciudad corruptora y el campo bienhechor, elaborado ya por Bello en La agricultura de la zona tórrida. Dentro del tema tradicional que se remonta a Horacio, hay elementos nuevos que emanan de la época y de las circunstancias de Lazo Martí, como es la simbolización en las cumbres, en los picos abruptos, en la nieve que baja a entumecer las almas, del régimen de Cipriano Castro, combatido por Lazo Martí. En efecto, la Caracas que ahí aparece sin nombrarse, corresponde a la de los tiempos de Castro, tenido como uno de los gobernantes más corrompidos. Es una urbe carcomida por la adulancia, por el oportunismo en política y por una inversión de valores, tal como la retrató por la misma época, Manuel Díaz Rodríguez en su novela Idolos rotos (1901).

A semejanza de Bello, Lazo Martí no predica el regreso al campo para que su amigo venga a solazarse en la paz y en la belleza del paisaje. Antes, por el contrario, le señala aquellas motivaciones que lo obligan no sólo a volver, sino a desempeñar tareas sociales encaminadas a redimir a los humildes, arruinados y aun asesinados por la guerra, los caudillos políticos y las enfermedades.

La Invitación y el canto, contienen el mensaje doctrinario de la silva. Se trata, en su valor didáctico, de una de las características del poema neoclásico, heredada por el Romanticismo social, y, salvo en casos excepcionales, dejada de lado por los modernistas. El Criollismo literario, en cambio, como lo hemos apreciado en Urbaneja Achelpohl, no descartó la crítica social resultante de una toma de conciencia del escritor con la problemática del hombre en su medio y en su tiempo.

El paisaje llanero

Pocos poetas venezolanos han captado y expresado el paisaje con la hondura y complejidad de Lazo Martí. Sabemos que nació en las llanuras venezolanas, y que las recorrió a pie y a caballo en incontables ocasiones, y en todas las circunstancias estacionales. En los meses de plena floración. Bajo los soles del verano que todo, lo propician para el trágico incendio. En los tiempos lluviosos, cuando los ríos se desbordan y la muerte emana del agua. Las contempló a la luz del amanecer, al mediodía, en el ocaso, en la inmensa noche sabanera. Estuvo entre sus matorrales, entre sus arbustos, bajo sus árboles. Miró sus garzas, sus gavilanes, sus tenues mariposas, sus venados. Escuch6 el canto veraniego de las chicharras, el oscuro rumor de las colmenas, el bramido del padrote, y el mugir de las vacadas. Con tan ricas y variadas imágenes polisensoriales, Lazo Martí hizo cuanto un poeta podía hacer con aquella materia prima, en lo que se refiere a su tratamiento jerárquico en tres planos o niveles estéticos: el nivel de las imágenes, el nivel de las metáforas y el nivel de los símbolos.

El nivel de las Imágenes

Es el más sencillo y elemental, ya que se limita a una descripción objetiva del paisaje, circunscrita a reproducir del modo más fiel la realidad que el poeta ha captado a través de sus sentidos. Es pintar fidedignamente con palabras, y nada más. En Lazo encontramos pocos ejemplos de este nivel. Uno que podría servirnos, no sin salvedades, es cuando enumera y describe algunas de las flores y frutos del llano:

Tras la menuda flor cuaja el uvero
su gajo tempranero;
sus nacarados frutos en el limo
el punzador curujujul engendra;
la maya erige colosal racimo
y desprende el merey sabrosa almendra....

En esta enumeración, el uvero es el uvero y el merey es el merey. Las palabras se corresponden directamente con la imagen que expresan. Estamos a nivel de un lenguaje predominantemente denotativo. Pero las palabras -ya lo sabemos- pueden metaforizarse y adquirir un doble o múltiple sentido artístico, por la confluencia, dentro de un mismo vocablo, de dos o más imágenes o conceptos asociados por el poeta. Esto nos conduce a un segundo plano, de elaboración metafórica.

El plano metafórico

Se trata de un procedimiento estético en el que las imágenes dejan de ser representaciones del mundo objetivo, para connotar la visión que el poeta tiene de ese mundo. Cuando la descripción no es puramente objetiva, debemos aceptar que se ha iniciado un proceso de interiorización del paisaje, puesto que el poeta ya no intenta expresarle tal como es, sino tal como lo ve y lo siente.

Agobiado por el recuerdo de su esposa muerta, y paseando a solas por los mismos lugares que visitara junto con ella, Lazo Martí ve la llanura ya no simplemente como la llanura es en las horas crepusculares, sino que nos brinda una descripción interiorizada donde las imágenes, siguiendo las técnicas del símil y la metáfora, producen la doble visión del llano crepuscular (imágenes sugerentes) y de una inmensa cámara mortuoria y un cementerio (imágenes sugeridas):

Como en aquellos días
del venturoso tiempo ya lejano,
en pos de mis pasadas alegrías,
vuelvo a tender la vista sobre el llano.
Caído en la remota lontananza,
sin su manto de gloria,
el moribundo sol parece un cirio
que alumbrase honda cámara mortuorio.
El viento, sin rumor, apenas riza
la silente laguna en cuyo espejo
invisible dolor vertió ceniza;
y con vuelo despacio,
de la tarde a los pálidos reflejos,
las garzas que se irán, que se irán lejos, pueblan de cruces blancas el espacio.

Ya se habrá captado las diferencias entre este fragmento y el anterior. Por una parte, hay cinco imágenes básicas tomadas del atardecer llanero: el sol en el ocaso, el ámbito celeste, el viento silencioso, una laguna de aguas grisáceas y un bando de garzas en vuelo. Pero hay, además, una serie de imágenes que no están en el llano, que proceden del mundo interior del poeta, y que se conjugan, armonizan o corresponden con la naturaleza crepuscular: sol-cirio moribundo, ámbito-cámara mortuoria, viento-silencio, laguna gris-ceniza, garzas-cruces blancas. No se trata de una descripción puramente objetiva, sino de una elaboración metafórica, catalizada por el recuerdo de alguien que se ausentó para siempre. Este dolor sugerido está dentro del poeta, le es propio e instransferible. ¿No existirán otros elementos que también alberga el poeta, pero que no le pertenecen en exclusividad y pueden ser transferibles?

El plano de los símbolos

Es el más profundo de los tres niveles. Se produce cuando Lazo Martí emplea imágenes de la naturaleza llanera para simbolizar inquietudes metafísicas que en modo alguno le pertenecen exclusivamente. No se trata, por ejemplo de su particular dolor, sino de sus preocupaciones en torno a problemas que han llamado la atención del hombre de todos los tiempos y lugares. Tal ocurre con la incógnita de la vida y de la muerte. Tal, con la esperanza subyacente en toda conciencia de que una luz, por pequeña que sea, alumbre racionalmente el reino de lo desconocido. Por tanto, si la metáfora conlleva algo personal, el símbolo apunta hacia algo extra-personal. Si la metáfora es una visión estética de un tema particular, el símbolo es la visión estética de un tema general y en gran medida, eterno y abstracto. Veamos un ejemplo. En la noche llanera, después de oír el canto inquietante de unos alcaravanes, Lazo Martí sale a la intemperie, y contempla un paisaje nocturno, desdibujado, que fue siempre para él tema de meditación. Pero, ¿qué ven los ojos del poeta?

Del camino a la vera
fingen los alineados matorrales
muda legión de sombras espectrales
en momentos de espera.

Alada flor de broche diamantino,
errante flor de fulgida hermosura,
flor de luz, el cocuyo peregrino,
irradia la espesura.

Y náufrago en la noche sin ribera,
mi espíritu se abstrae
pensando que de un mar desconocido
el llano es una ola que ha caído,
el cielo es una ola que no cae.

Observemos bien, a propósito del cocuyo, los tres planos. El de la imagen objetiva del cocuyo que irradia en la espesura. El de la metáfora que lo convierte en una alada flor de broche diamantino y fulgida hermosura. El del símbolo de una pequeña luz errátil, luz-misterio que se mueve entre las sombras espectrales del matorral, bella en sí misma, pero incapaz de iluminar el camino. Por algo el poeta se abstrae en la noche sin ribera de sus dudas, y sólo alcanza a pensar, simbólicamente, que el llano -la Naturaleza física al alcance del conocimiento- es una ola que ha caído, y que el cielo -emblema de lo incógnito, de lo que está más allá, de lo inaprehensible por los sentidos- es una ola que no cae. Se trata, pues, de imágenes simbólicas con las cuales Lazo Martí, sin salirse de su mundo llanero, representa algunos interrogantes del hombre en su eterno preguntarse acerca de quién es, de dónde viene, por qué está aquí, y hacia adónde va.

MELANCOLIA Y DUDA METAFISICA

Los tres últimos cantos de la silva, tienen como características relevantes un tono elegíaco, profundamente melancólico; la expresión simbólica de la angustia metafísica del poeta; sus crisis sentimentales y religiosas. Por su complejidad temática, elaboración metafórico y sus símbolos, el canto VIII está considerado unánimemente como el mejor de la Silva criolla.

El canto VIII es el más complejo y polémico de la Silva criolla. Está integrado en realidad por tres poemas. Cada uno de ellos posee su propia unidad de significado y su propia temporalidad. El día es para la lucha por la existencia. El crepúsculo está consagrado a la melancolía. La noche, a la meditación filosófica y religiosa. La variedad de temas y de tonos que se dan no sólo en este canto sino en toda la silva, exige un elemento formal unificador de tan vasto universo poético. Este elemento es el verso reiterativo con el que se inicia la primera estrofa:

Tus pasos vuelve hacia el hogar, oh Bardo!

Comienza entonces un hermoso cuadro naturalista relacionado con el cambio de estación y la conducta instintiva de los pájaros, que obran en salvaguarda de la especie.

1. La lucha por la existencia. Lazo Martí señala que ha concluido la estación que él llama, poéticamente, "primavera":

Yace por tierra el matizado velo
con el cual primavera engalanaba
los montes de tu suelo.

Como buen llanero, el poeta no ignoraba que el canto de la guacaba anuncia la proximidad del invierno:

Cantando sin reposo, la guacaba
pide lluvias al ciclo.

Desde tiempos inmemoriales y por simple observación empírica de la realidad, el hombre de campo sabe que ciertos animales se preparan para afrontar el rigor de los cambios estacionales. Cuando las lluvias se acercan, buscan refugio seguro y se proveen de alimentos para no perecer. Entre las aves, los turpiales se caracterizan por apoderarse de los nidos de otros pájaros, particularmente de los cucaracheros. Esto los convierte en conquistadores, en despojadores de bienes ajenos. Más que otros pájaros, ellos dan una imagen dramática de la lucha por la existencia:

conquistan por la fuerza y la osadía
nidos para el invierno, los turpiales

Esta lucha comprende también el apareamiento, pues la especie se renueva merced a la unión sexual de sus individuos. Durante el período reproductivo, los pájaros machos emiten cantos nupciales para atraer a su pareja:

en los ralos matales
mueve el amor trinada algarabía

Y para concluir este bello apunte naturalista, Lazo se detiene en el pájaro carpintero, semejante a un artista retirado del bullicio, tesonero en el esfuerzo, absorto en cincelar su obra:

y con tesón rayano en el enojo
en la verde oquedad de la montaña,
el carpintero de bonete rojo,
cincela el tronco hasta la dura entraña.

Es un cuadro perfecto, propio de un observador minucioso y atento de los fenómenos de la Naturaleza; de un profesional de la medicina que con seguridad conoció bien las teorías zoogeográficas de Juan Bautista Lamark (1744-1829), y las evolucionistas de Carlos Darwin (1809-1882). Y sobre todo, de un poeta que sabía cincelar una unidad estética en la que se juntan la vivencia empírica, el conocimiento científico y el don creador para darnos una visión poética de la vida como lucha.

En la primera estrofa del canto VIII la llanura aparecía despojada de su matizado velo primaveral. En la segunda, tiene otra vez reverdecido manto. Se ha producido el cambio de estación presentido por la guacaba. Vida y muerte se suceden eternamente.

Habíamos dicho que el día es para la lucha por la existencia, y que el crepúsculo está consagrado en este poema a la melancolía.

2. Espiritualización elegíaca del paisaje crepuscular. El atardecer es una hora romántica. A medida que la luz solar va haciéndose más tenue, el paisaje exterior se desdibuja hasta esfumarse en un ámbito de claro-oscuros. Pareciera entonces como si la pupila que ha mirado hacia afuera durante el día, escudriñara hacia adentro, donde está el mundo de los recuerdos.

El crepúsculo vespertino parece haber sido la hora favorita de Lazo Martí. Crepusculares llamó a sus breves poemas en tercetos encadenados.

Es obvio que en esta segunda parte del canto VIII se da un proceso romántico de espiritualización de la naturaleza, bajo los efectos de un sentimiento elegíaco. La motivación vivencial parece ser el recuerdo de la primera esposa y los paseos vespertinos que ambos emprendían por los alrededores campestres del hato donde ella temperaba:

Como en aquellos días
del venturoso tiempo ya lejano,
en pos de mis pasadas alegrías,
vuelvo a tender la vista sobre, el llano.

Después de muerta su esposa, el poeta regresa a los mismos lugares que frecuentaron juntos. Esta vez, camina en soledad. Su congoja se proyecta en el crepúsculo. El paisaje llanero se le aparece cargado de imágenes funerales:

Caído en la remota lontananza,
sin su manto de gloria,
el moribundo sol parece un cirio
que alumbrase honda cámara mortuoria.
El viento, sin rumor, apenas riza
la silente laguna en cuyo espejo
invisible dolor vertió ceniza;
y con vuelo despacio,
de la tarde a los pálidos reflejos,
las garzas que se irán, que se irán lejos, pueblan de cruces blancas el espacio.

En los versos anteriores todavía está presente el paisaje exterior, si bien ya impregnado por la melancolía del poeta. Este paisaje, sin embargo, comienza a desaparecer rápidamente a medida que el poeta se interioriza, se ensimisma al punto de que la mirada se le vuelve absorta, no por lo que ve afuera, sino por lo que siente en su espíritu. Y de improviso, cesa todo contacto con el exterior. El mundo de los sentimientos y de las meditaciones se desborda en los versos:

Hoy, como ayer, andando a la ventura, absorta la mirada, lento el paso,
trayendo margaritas del Ocaso,
miro bajar la noche a la llanura.
Mas de pronto, pensando que fue triste, pensando con dolor, pensando en ella,
me arrodillo en el polvo del camino
que en hora igual de gozo vespertino,
recibió las caricias de su huella.

Oh, destino de todos los que amaron!
Oh, destino cruel! Tú me condenas
a buscar en las móviles arenas
unas huellas que ha tiempo se borraron.

Hasta aquí la elaboración es romántica. La que sigue, ya no lo es, sino que parece propia de una inteligencia influida por el Positivismo. La Naturaleza es santa -habían creído los románticos-, su voz es la de Dios. La Naturaleza es materia, dicen ahora los positivistas. Si se la interrogara, el silencio sería la respuesta. Lazo Martí oscila entre una y otra posición. Para él, la Naturaleza es santa, pero es también de un mutismo total:

Llanura o cielo, cúspide o abismo;
santa Naturaleza!
para el dolor que vive en tu grandeza
¿cuál palabra mejor que tu mutismo?

Como quiera que se la conciba, la Madre Naturaleza con sus atardeceres -broches áureos del día- y sus campos que otrora amó la primavera, sigue siendo el marco físico evocador que retiene las alegrías perdidas:

Oh, Madre! El áureo broche de tus días,
y tus campos que amó la primavera,
retienen prisionera
el alma de mis muertas alegrías!

Así concluye el melancólico proceso vesperal del canto VIII. El crepúsculo de la tarde es tránsito de la luz hacía la sombra. La oscuridad de la sabana anula el sentido de la vista. Adviene el reino del oído. Los sonidos apagados. Los rumores inquietantes, los ruidos de la fauna resuenan en el mundo interior del poeta y lo estremecen. La noche se hace propicia para la reflexión filosófica y religiosa.

3. Espiritualización filosófico-religiosa del paisaje. Desde su aposento de insomne, el poeta escucha un doliente canto que brota en la llanura. No se trata de nada extraordinario. Son, sencillamente los mil ruidos de la fauna nocturna sonando al unísono. Pero si lo que oye no es excepcional, sí lo es su estado de ánimo venido de un melancólico atardecer cargado de imágenes funerales. Por tal motivo, Lazo Martí fija su atención en la imagen auditiva familiar y la encuentra parecida a lo que en esos momentos se agita en su mundo interior: en lo triste y quejumbroso el canto se armoniza con su melancolía, y en lo grave se corresponde con sus reflexiones. Quien se burle de esa especie de salmo o de canto sagrado, hiere los sentimientos del poeta, puesto que aquél y éstos se han identificado.

Hoy como ayer, y de la noche oscura
bajo la inmensa nave,
en tono triste, quejumbroso y grave
brota doliente canto en la llanura.

De improviso escucha el trino de unos alcaravanes. Como se sabe, estas aves levantan el vuelo cuando se aproxima un hombre o animal, al mismo tiempo que lanzan un grito estridente y reiterado, parecido a una carcajada. Esta ambivalencia -la risa y el anuncio- provocan un doble efecto en el poeta. Por una parte siente el trino de los alcaravanes como una burla de crueldad casi humana dirigida al otro canto y, por tanto, a él mismo. Esto le produce dolor. Por la otra, el grito centinela del alcaraván lo sobresalta hasta el punto de levantarse de prisa a mirar si está sola la sabana. Esto le produce pavura:

y tras breve silencio, cual sonoro
trueno de burlas al cantar vecino,
en son de fiesta, alcaravanes pardos,
abierta el ala de purpúreos dardos,
rompen a carcajadas en un trino.

De pavura o dolor, el grave canto
y la seguida estrepitosa burla,
de crueldad casi humana,
hieren mi corazón, lo hieren tanto
que anheloso y de prisa me levanto
a mirar si está sola la sabana.

¿Qué esperaba encontrar Lazo Martí? Al salir a la intemperie, su excitada fantasía proyecta sobre el paisaje imágenes funerales, como ya las había proyectado sobre el paisaje crepuscular. Sólo que ahora el elemento interior predominante no es la melancolía, sino las reflexiones acerca de, los misterios de la vida y de la muerte:

Del camino a la vera
fingen los alineados matorrales
muda legión de sombras espectrales
en momentos de espera.

¿Espera por quién? A todo ser vivo lo aguarda la muerte, pero ¿es ésta el final de todo, o tránsito a un más allá? La ciencia no tiene respuesta. Só1o la fe religiosa puede contestar. Pero la fe es como un diminuto fanal que se desplaza en las espesas sombras de la duda ante lo desconocido, incapaz de disiparlas totalmente. También el cocuyo es una luz pequeñita que irradia la Naturaleza nocturna, sin iluminarla por completo. De este modo, cocuyo y fe se identifican en un símbolo de luz y salvación, que el poeta expresa con metáforas de gran belleza:

Alada flor de broche diamantino,
errante flor de fulgida hermosura,
flor de luz, el cocuyo peregrino
irradia la espesura.

En este claro-oscuro de la mente, el espíritu del poeta se abstrae aún más. A la posibilidad de conocer el mundo material que lo rodea (el llano es una ola que ha caído) se contrapone la imposibilidad de penetrar en los secretos del más allá (el cielo es una ola que no cae):

Y náufrago en la noche sin ribera,
mi espíritu se abstrae
pensando que de un mar desconocido
el llano es una ola que ha caído,
el cielo es una ola que no cae.

El llanero y sus faenas

Las fugaces apariciones del elemento humano en la silva de Lazo Marti, se produce sólo en dos cantos.

Ello, sin embargo, es parte del armonioso plan que parece haber seguido Lazo Martí.

La Silva criolla es un canto simbólico a la Naturaleza, vista en sus fases extremas de vida y muerte. El hombre no juega ningún papel en la modificación de las leyes inexorables que rigen los ciclos de lo que nace y muere, eternamente. No sólo no influye, sino que él mismo es parte de esos ciclos. Cuando las faenas del campesino están relacionadas con la siembra o con el pastoreo, sus formas de trabajo dependen en gran medida de los cambios estacionales.

De todos los múltiples aspectos que Lazo Martí podía seleccionar en lo relativo a la vida, alimentación, vestidos, costumbres, folklore, creencias, ceremonias, y faenas de los llaneros, ¿por qué eligió sólo una de sus, ocupaciones: la transhumancia del ganado vacuno? La respuesta es obvia: las actividades para alejar los rebaños de los hatos, y para regresar más tarde con ellos, se armonizan perfectamente con el tema dominante en la silva, los ciclos de vida y muerte de la Naturaleza. Así, cuando hay sequía, los pastores y sus ganados emigran. La soledad y el silencio señorean en potreros y lugares de ordeño. Cuando renace la vida vegetal, y hay alimento y agua, pastores y ganados regresan. El aire se llena de cantos y la noche ampara las romerías amorosas de quienes en la ausencia, añoraron a sus compañeras.

Es, de nuevo, el influjo sobrehumano y condicionador de los polos ineluctables, sobre los cuales tanto hemos insistido por creer que constituyen la clave del fondo simbólico de la Silva criolla. De este modo, el elemento humano ingresa en el poema, no sólo sin romper su unidad temática e ideológica, sino, incluso, reforzándola.

Conclusiones. Creo inobjetable la presencia de tres planos en la Silva criolla: el nivel objetivo de las imágenes llaneras, el nivel de las metáforas y el plano de los símbolos. El primero revela la presencia de un conocedor a fondo de la Naturaleza llanera. El segundo permite analizar valores estilísticos, en cuanto a la elaboración de las metáforas. El tercero, y más profundo, nos sitúa ante un creador que proyecta en la Naturaleza de su tierra algunas de sus inquietudes de orden político, ético, sentimental y religioso, y que, más universalmente, nos da en un gran poema naturalista, la visión y el sentimiento de lo que eternamente nace, lucha por subsistir, y muere para renacer.

Dos corrientes críticas se han disputado la interpretación de este poema proteico. Una de ellas, de orientación objetiva, está representada principalmente por la obra Lazo Martí, vigencia en lejanía (1965) del poeta y crítico Alberto Arvelo Torrealba (1904-1971). Guiado por su llanería, Arvelo Torrealba ha hecho contribuciones valiosas para la mejor comprensión del nivel de las imágenes lazomartianas, de los cambios estacionases de aquella región, de la transhumancia de los ganados, de la flora y la fauna. La otra corriente crítica corresponde a la tesis de que en la Silva criolla se da un expresivo simbolismo, como ya lo señaló, desde 1906, el crítico y novelista Gonzalo Picón-Febres (1860-1918). Pero, en justicia, pertenece al crítico y poeta ítalo-venezolano Edoardo Crema (1892), y a su ensayo Los llanos al encuentro de una idea (1946), la demostración crítica del universo simbólico lazomartiano y el haber rescatado y hecho imprimir los poemas del creador llanero.

Un libro de puño y letra de Francisco Lazo Martí, que hemos tenido a la vista, y que contiene todos sus poemas, lleva el título de Claro-obscuros. Lo que significa que el propio Lazo sintió en su obra la presencia indiscutible de una poesía clara, fácil de captar, junto a otra menos transparente, por su oscuridad relativa.

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