Efemérides Venezolanas
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Jueves, 19 de Septiembre de 2013
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Gandhi Mohandas Karamchand: La Crisis de la Sociedad

   

LA CRISIS DE LA SOCIEDAD TRADICIONAL EN LA INDIA

A comienzos de siglo, la India era un país que se despertaba lentamente de un inmovilismo milenario. Desde los orígenes de su historia, o al menos desde que las poblaciones arias invadieron la parte septentrional del país -alrededor del 1500 a. C.- y se establecieron en él, sometiendo a la población aborigen de estirpe dravídica, la sociedad india no había sufrido transformaciones sustanciales. La población siempre estuvo compuesta en un 80 ó 90 % por campesinos. A comienzos de este siglo, cerca de 300 millones de campesinos indios cultivaban la tierra con el auxilio de unos pocos utensilios rudimentarios, de una yunta de bueyes y, sobre todo, con el beneplácito de los monzones, que son los verdaderos árbitros de la agricultura india. Vivían como habían vivido siempre, en centenares de miles de aldeas, compuestas de casas de bambú y de barro. Durante siglos, la aldea fue en la India una comunidad cerrada y autosuficiente. Una agricultura de subsistencia proveía a las necesidades alimenticias de los campesinos, los artesanos, el contador, el sacerdote, la guardia, etc., que prestaban su colaboración, a cambio del sostén, a la comunidad aldeana, según las necesidades de los particulares. Antes de la llegada de los ingleses no existía en la India la propiedad privada de la tierra. La colectividad aldeana tenía el usufructo estable de la tierra que cultivaba; pero gozaba de la propiedad privada de la tierra. La coleccuota variable de 1/4 a 1/2 -según las épocas- llamada la "cuota del rey", que iba al soberano directamente o, más frecuentemente, a través de intermediarios llamados zamindari. Esta era en la práctica la única relación entre la aldea y el poder político. Por lo demás, la aldea, además de mantenerse, se administraba a sí misma, y a menudo también se defendía por sí misma.

Junto a la aldea autosuficiente, los otros dos pilares de la sociedad india tradicional eran la casta y la familia patriarcal. El sistema de castas se originó probablemente en la división entre vencidos y vencedores, en la época de la invasión aria; luego recibió sanción, religiosa. Las cuatro castas originarias -a saber, los sacerdotes o brahmanes, los guerreros, los comerciantes y los campesinos y siervos- hoy se han convertido en más de dos mil, y dividen a la sociedad hindú en otros tantos compartimientos estancos. Algunas se formaron con tribus o razas distintas (como los Rajput, los Jat); otras derivaban de profesiones u oficios (como los plateros, los tejedores, etc.). Cada casta constituye una corporación cerrada, que se gobierna con leyes y estatutos propios y practica la endogamia (la obligación de casarse con un miembro de la misma casta). La familia patriarcal es la unidad moral y económica básica. El patrimonio familiar absorbe los bienes adquiridos en cualquier forma por los miembros componentes, y es administrado por el consejo de familia, cuyo jefe respetado es el varón más anciano. Éste ejerce sobretodos los miembros del grupo poderes más amplios que los que en Occidente incluye la patria potestad.

Durante dos mil años, la aldea autosuficiente, la casta y la familia gentilicia han constituido la trama del tejido social indio, una trama tan sólida que resistió al desgaste y la corrosión de las estructuras estatales.

Han surgido y se han derrumbado regímenes e imperios, ondas sucesivas de invasores griegos, persas, árabes, turcos, afganos y mongoles se han abatido sobre la India, sin modificar realmente las estructuras básicas de la sociedad india y acabaron por ser absorbidos por ésta.

En un principio tampoco tuvo consecuencias significativas para la sociedad india la llegada de los europeos, después que Vasco da Cama abriera la primera vía hacia la India a comienzos del siglo XVI. Pero la situación cambió a mediados del siglo XVII. Esto ocurrió cuando la Compañía Británica de las Indias, obligada casi a pesar suyo a llenar el vacío de poder causado por la decadencia del Imperio Mogol y a asegurarse por sí misma las condiciones favorables para el desarrollo de sus transacciones, se transformó de empresa comercial en una gran fuerza política y militar que asume el control de Bengala, con lo cual echa los cimientos del Imperio Indio; todo ello estimulado por la revolución industrial inglesa. En 1813 el monopolio de la Compañía fue abolido; se liberalizó el comercio con la India y se subordinó el desarrollo económico de ésta a las exigencias del desarrollo de la economía británica. La industria india, todavía artesanal, debió sufrir la competencia de la industria manufacturera británica, sin posibilidad alguna de protección aduanera, ya que el poder político estaba en manos de los ingleses. En los campos, la presión de los cultivadores británicos obligó a los campesinos indios a dedicarse, junto a los tradicionales cultivos de subsistencia, a los nuevos cultivos industriales, como los del índigo, el algodón y el té. Una economía que durante siglos había sido exclusivamente agrícola y de consumo, basada en la autosuficiencia en el nivel de la aldea, comenzó lentamente a transformarse -en el curso del siglo XIX- en una economía basada en el cambio y la moneda.

La situación de los campos se alteró gravemente a causa de las reformas de los ingleses en las relaciones territoriales. Cuando la Compañía se hizo cargo de la administración de Bengala y luego de los otros territorios anexos, entre los problemas urgentes que debió resolver se encontraba el reordenamiento de los sistemas de fijación y cobro del impuesto territorial. Por influencia de la concepción occidental de la propiedad, por conveniencia administrativa y también por la convicción de introducir un elemento de estabilidad en los campos y de asegurarse un apoyo político, los administradores de la Compañía decidieron reconocer y proteger con leyes y tribunales la propiedad individual de la tierra. En algunas localidades, sobre todo en el Norte, se reconoció como propietarios a los zamindari, que eran en su origen simples intermediarios, con diversos títulos, entre los labradores, a quienes cobraban el impuesto territorial, y el soberano, a quien lo transferían después de haber retenido una parte del mismo. En otras localidades, sobre todo en el Sur, los mismos labradores (los ryot) fueron considerados como los propietarios, y a ellos se les impuso y se les cobró directamente los gravámenes.

El efecto de esta reforma fue, al menos en un comienzo, el opuesto al que esperaban los ingleses. En la India anterior a los británicos los campesinos no podían perder la tierra; si no pagaban el impuesto, se los podía encarcelar, torturar o esclavizar, pero no se los podía privar de la tierra, que no era de ellos. Pero cuando se la reconoció como un bien de su propiedad, se la pudo vender, hipotecar y confiscar. Una ley introducida por los ingleses e inexorablemente aplicada por sus tribunales establecía la confiscación de la propiedad de los zamindari que no hubiesen pagado el impuesto territorial hasta el crepúsculo del día establecido. En el lapso de una generación, gran parte de la tierra pasó, en Bengala, de la vieja clase de los zamindari a una nueva clase de propietarios ausentistas, usureros por lo común, que habitaban en las ciudades. En las zonas en que se entregó la tierra a los labradores las cosas fueron incluso peores. Ya sin protección contra su pobreza y su prodigalidad por la imposibilidad de vender la tierra, la gran mayoría la perdió en pocos años al hipotecarla o venderla en beneficio de un restringido número de personas más afortunadas o más avisadas que constituyeron una nueva clase de campesinos ricos, mientras los otros se transformaban en arrendatarios o braceros. A éstos, la legislación inglesa sólo comenzó a protegerlos en la segunda mitad del siglo pasado. La introducción de productos manufacturados occidentales a bajo precio acabó de arruinar a los campesinos al provocar también una crisis en el artesonado rural y destruir la trama de relaciones económicas en el interior de la aldea india. Además de todo esto, se produjo un aumento sin precedentes de la población, favorecido por las medidas humanitarias y por la paz británica, que alteró la relación tradicional entre tierra y población. Así, la estabilidad y la seguridad que habían caracterizado -aunque fuera en un nivel sumamente bajo- durante siglos a la sociedad india tradicional, fueron reemplazadas por la incertidumbre y el cambio. Por primera vez en la historia de la India no fue posible absorber una invasión extranjera en la sociedad india, y ello porque los conquistadores británicos, a diferencia de sus predecesores, no hicieron del territorio conquistado su nueva patria. Por primera vez una dominación extranjera provocó la desintegración, no sólo de la estructura política anterior, sino también de la económica y social.

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