Gandhi Mohandas Karamchand: Primeras Luchas en Sudáfrica

En Durban, donde desembarcó en mayo de 1893, Gandhi encontró un ambiente bastante más hostil que el londinense. La población blanca de la Unión Sudafricana, relativamente escasa, miraba con inquietud, no sólo el predominio numérico de la población indígena, sino también el rápido crecimiento de la población india inmigrante. A partir del año 1860, colonos blancos comenzaron a llevar de la India trabajadores agrícolas con contratos a término. Finalizado el contrato, por lo general los trabajadores permanecían en el lugar, transformándose en pequeños comerciantes o artesanos. Este primer núcleo llamó a nuevos inmigrantes que incluyeron también a profesionales y hombres de negocios. En 1896, la población de Natal estaba compuesta por 400.000 indígenas, 50.000 blancos y 5.000 indios. Los gobiernos sudafricanos trataron de desalentar esta corriente migratoria mediante pesadas discriminaciones y persecuciones sistemáticas. Se aplicaba rígidamente la segregación racial en los trenes como en los albergues, en los tribunales como en las calles y para la vivienda en los barrios. Gandhi pronto la experimentó personalmente. En el tren de Durban a Pretoria, aunque tenía su correspondiente boleto, fue expulsado del compartimiento de primera clase porque estaba reservado a los blancos. En Johannesburg no encontró lugar en los hoteles. En Pretoria, un centinela de guardia frente al palacio presidencial lo obligó a descender de la acera, prohibida para la gente de color. Un funcionario amigo de Gandhi y hombre de bien (aunque blanco, habría que aclarar) se ofreció a servirle de testigo en una acción legal contra el ofensor, pero Gandhi se negó. "Me he propuesto no recurrir a los tribunales por ninguna razón personal", declaró.

Al año de haber querido perseguir judicialmente al funcionario inglés de Rajkot, por quien se consideraba ofendido, es obvio que algo ha cambiado en él. Siente que las humillaciones no hieren sólo a su persona, sino a todo su pueblo. Una semana después de su llegada a Pretoria convoca una reunión de la colonia india. En esa ocasión pronuncia su primer discurso. Venciendo a duras penas su notoria timidez, que provoca sonrisas irónicas en parte del auditorio, compuesto en su mayoría por comerciantes y hombres de negocios musulmanes, les dice que si quieren salir de la situación humillante en la que se encuentran deben ante todo abandonar algunos de sus malos hábitos y hacer algunos sacrificios. Los exhorta a ser sinceros y honestos en los negocios, a cuidar más el aseo personal, a olvidar las diferencias de castas y religiones y a tratar de dominar el inglés. Él mismo se ofrece para dar lecciones gratuitas. Luego toma contacto con las autoridades ferroviarias y obtiene la promesa de que los indios "decentemente vestidos y en orden" podrán viajar en segunda o primera clase.

Es la primera manifestación de la que será su vocación, pero él todavía no lo sabe. Se dará cuenta de ello repentinamente, doce meses después, ya terminado el pleito por el cual había ido a Sudáfríca, cuando está por embarcarse de vuelta para su país. Los amigos le hacen una pequeña fiesta de despedida. Alguien le muestra un número del "Natal Mercury" con la noticia de una serie de medidas gubernamentales que suprimen las últimas garantías civiles para los hombres de color. Esto conmueve profundamente a Gandhi, quien exhorta a sus compatriotas a resistir. Pero, ¿cómo podrán hacerlo si él se va? Son -en su mayoría- analfabetos y carecen de guía. Le ruegan que se quede, al menos por un mes más. Gandhi accede. No sabe que ese mes está destinado a prolongarse por veinte años; veinte años de lucha contra las discriminaciones raciales.