Efemérides Venezolanas
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Jueves, 19 de Septiembre de 2013
Wolfgang Wagner Webmaster
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Gandhi Mohandas Karamchand: Conclusión

   

Así terminó, a los 78 años, la vida de este hombre extraordinario que luchó para afirmar un ideal de no-violencia y de amor, y cayó víctima de las mismas pasiones que había tratado de exorcisar. El llanto de millones de sus compatriotas y el sincero pesar de todo el mundo no podían disimular la realidad: había llegado al fin de su vida sin mancha, honrado y venerado, pero, en el fondo, solo y derrotado. Sus ideales eran demasiado elevados para poder triunfar. El satyâgraha, que para los otros líderes del Congreso era una política, una técnica de agitación que se podía adoptar o abandonar según la conveniencia, era para él una concepción de la vida. "El satyâgraha no es simplemente una doctrina política para mí, sino una profesión de fe, la búsqueda de la verdad: y la verdad es Dios. La ahimsâ (la no-violencia, el amor) es la luz a la cual se me ha aparecido la verdad; el svarâj no es más que parte de esta verdad". Tampoco el svarâj, la independencia, vale por sí mismo, según Gandhi, sino por las energías morales que despierta. Por ello, no puede ser el don de los ingleses ni el fruto de la violencia. "El primer paso hacia el svarâj es la perfección individual. .., el primer precepto para llegar al svarâj es dominarse a sí mismo ... Fichte decía que ser libre no es nada, pero llegar a serlo es el cielo. Gandhi expresaba el mismo concepto al afirmar: "En el fondo, el svarâj reside en el esfuerzo por conquistarlo". Gandhi no fue un político, sino un héroe religioso; pero la religión no se identificaba para él con éste o aquél credo, sino con la búsqueda de la perfección interior. "La religión debería impregnar todos nuestros actos. Entendida de este modo no se identifica con ninguna secta. Es esencialmente la fe en un orden moral que gobierna el universo. Trasciende al hinduismo, al islamismo y al cristianismo. No los sustituye, pero los armoniza y les da un contenido de verdad".

La doctrina y la acción de Gandhi se insertan en aquel movimiento de renovación y renacimiento del hinduismo que se inició con el Brâhmo Samâj y se desarrolló en la India durante la época victoriana. Su participación en la lucha política estuvo dictada por un impulso ético-religioso, más que por un interés esencialmente político. "No se puede alcanzar y realizar la verdad sin sumergirse e identificarse con el océano infinito de la vida. No puedo eximirme de servir a la sociedad, ni podría hallar la felicidad en otra cosa ... Por ello, mi devoción por la verdad me ha llevado al campo de la política". "Pero -advierte- quiero disipar todo equívoco y dejar bien aclarado que en mí el hombre político nunca ha influido en ninguna de mis decisiones". Como Mazzini, quien junto con Tolstoi, Emerson, Ruskin, Thoreau y, sobre todo el Sermón de la Montaña, fue una de sus principales fuentes de inspiración no hindúes, Gandhi luchó toda su vida por introducir en la política de su país un fundamento ético-religioso. En un mundo dominado todavía por la violencia, la razón de estado, el fanatismo ideológico y confesional y el racismo, enseñó que el deber de la sinceridad, la lealtad, el amor y el respeto por el hombre son valores que están por encima de toda otra cosa. Su misma polémica contra el progreso tecnológico y económico de Occidente, y su anacrónica tentativa de revivir el artesanado rural, cuyo símbolo es el charka, el telar de mano, fue en el fondo una protesta contra la perspectiva de un mundo en el cual la búsqueda de medios cada vez más perfeccionados para asegurar al hombre el dominio de la naturaleza y de sí mismo amenazan con volverse contra él, esclavizándole y transformándolo en un medio. Estos, que son los aspectos universalmente válidos del mensaje de Gandhi y que -como tales- son simientes destinadas a conservar intacto su poder de fructificar, constituyen también sus inevitables límites en el plano histórico. En efecto, han chocado y chocan contra la realidad india actual, es decir, contra el atraso, el hambre y la miseria, y también contra el irreversible proceso de transformación en sentido moderno que la influencia occidental promovió en Asia a partir de comienzos del siglo pasado. Chocan también contra una sociedad internacional no menos atrasada que la realidad india. Por eso, Gandhi es venerado hoy como el numen tutelar de la patria, pero, bajo la conducción de Nehru y sus sucesores, la India ha dejado de lado el charka, se ha dedicado a construir centrales atómicas, han lanzado varios planes quinquenales para la industrialización del país y, después de haber tratado de trasladar a la política exterior de la década de 1950 los principios gandhianos de la no-violencia, ha tenido que confiar la defensa de sus fronteras, amenazadas por China y Pakistán, a los ejércitos, las armas, las alianzas y a todos aquellos instrumentos de la violencia que Gandhi había repudiado.

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