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Jueves, 19 de Septiembre de 2013
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Winston Leonard Spencer Churchill: De Conservador a Liberal

   

El joven diputado conservador se revela pronto como, uno de los más vivaces y originales oradores de la Cámara de los Comunes. Churchill no fue un orador nato: durante toda su vida, la pronunciación de la "s" dejó siempre bastante que desear. Su formación cultural fue también irregular. En la escuela militar no había aprendido mucho, pero en la India había pasado por un período de meditaciones y lecturas que le revelaron, con Gibbon y Macaulay, su amor por la historia y una vaga curiosidad por los problemas económicos y morales. Pero Churchill ponía en sus discursos el peso de la tradición familiar y el tesoro de la experiencia ya realizada, expresado en un inglés plástico y potente. No fue, sin embargo, un diputado conservador demasiado sometido a las directivas del propio partido. El motivo de contraste más significativo se planteó con respecto al problema de la reforma del ejército. A raíz de las deficiencias demostradas por el ejército inglés durante -la guerra anglo- boer, el ministro de guerra, John Brodrick, había elaborado una reforma que preveía la creación de seis cuerpos de ejército según el modelo continental, tres de los cuales debían estar listos para servir fuera de Gran Bretaña, en caso de necesidad. Churchill se opuso resueltamente a esto. Sus biógrafos suelen dar gran relieve a la parte introductoria del discurso pronunciado el 12 de mayo de 1901, en el cual Churchill afirmó que "levantaba de nuevo la bandera desgarrada y abandonada en un campo devastado", esto es, la bandera de su padre, Randolph Churchill, quien, justamente por su oposición al aumento de los gastos militares debió abandonar el cargo de Canciller del Tesoro en el gabinete de Lord Salisbury. En realidad, la continuidad con la tradición paterna no constituía más que una parte de la posición del joven Churchill. Si Randolph Churchill se había opuesto al aumento de los gastos militares en nombre de una mayor preocupación por los problemas internos, Winston se opuso a ellos en nombre de la insuficiencia que ese refuerzo del ejército inglés representaba para las efectivas necesidades militares que se le podrían plantear a Gran Bretaña en un nuevo conflicto. Churchill consideraba injustificada la formación de esos tres cuerpos de ejército, porque "uno era más que suficiente para combatir a los salvajes y tres no bastaban para combatir a los europeos".

Churchill no solamente tenía el presentimiento de una nueva gran guerra, sino incluso de las nuevas y desconocidas características que ésta podría asumir: "Antes, cuando las guerras nacían de razones personales, de la política de un ministro o de la pasión de un rey, cuando se combatía con pequeños ejércitos regulares de soldados profesionales y cuando retardaban su avance las dificultades en las comunicaciones y los suministros, y a menudo se suspendía durante el invierno, era posible limitar las pérdidas de combatientes. Pero actualmente, cuando grandes pueblos se arrojan unos sobre otros, cada uno de ellos fuertemente exasperado e inflamado, cuando los recursos de la ciencia y de la civilización barren todo aquello que podría mitigar su furia, una guerra europea sólo puede terminar con la ruina de los vencidos y con la desorganización comercial y el agotamiento poco menos que fatal de los vencedores. La democracia es más vengativa que los gabinetes. Las guerras de los pueblos serán más terribles que la de los reyes". Al plan para reforzar al ejército, Churchill oponía su convicción de que el aumento demasiado rápido del armamento terrestre sólo comprometería el prestigio del Imperio, sin reforzar efectivamente, por lo demás, su seguridad. El prestigio de la libertad británica podía ser restaurado por la marina y sólo por la marina. Únicamente una marina poderosa permitiría mantener a distancia a cualquier adversario, "y mientras tanto deberemos fortalecernos hasta que seamos capaces, si lo consideramos necesario, de transformar toda ciudad de Inglaterra en un arsenal y toda la población masculina en un ejército".

Ya en este lejano discurso de los comienzos de su carrera política sé perfilaba la preocupación que sería constante en Churchill: el predominio del interés por los problemas de la política externa con respecto a las cuestiones de política interna, la salvaguardia del Imperio inglés como criterio supremo para juzgar los problemas internacionales, la rapidez y la decisión en la previsión de la guerra como necesaria para la protección de este imperio y también el realismo en la estimación de todas las consecuencias posibles de una gran guerra europea. En el fondo, fueron también estas preocupaciones las que inspiraron, además de su orientación política general, sus actitudes y cambios de partido. El joven diputado tory que había parecido tan infiel a sus colegas desde los primeros discursos pronunciados en la Cámara de los Comunes, no tardó en efecto, en pasar a las filas de los liberales. La ocasión la suministró el cambio de política económica efectuado por el partido Conservador. En 1903, el ministro de Colonias, Joseph Chamberlain, uno de los más influyentes líderes conservadores, había propuesto que Inglaterra abandonase la tradicional política liberal que había adoptado Sir Robert Peel, para establecer un impuesto sobre las mercancías importadas e introducir tarifas adoptadas conjuntamente con los otros estados proteccionistas. Conocemos el origen de estas propuestas de Chamberlain, que eran en el fondo la primera toma de conciencia activa de las amenazas de decadencia que se cernían sobre el Imperio Británico y que provenían del hecho de que Inglaterra ya no era el único "taller del mundo". Sin embargo, la reacción fue enorme: liberalismo y Unión Jack** constituían desde hacía demasiado tiempo un binomio inseparable ante los ojos de la opinión pública británica para que se pudiese escuchar con toda tranquilidad una apostasía de los principios liberales.

Por el hecho de orientarse cada vez más definidamente en al dirección de las propuestas de Chamberlain, el partido Conservador se disgregaba y Churchill estuvo entre los que pasaron a las filas del partido Liberal y contribuyeron al clamoroso triunfo de éste en las elecciones de 1906. Pero el joven diputado que había pasado del colegio electoral conservador de Oldham al liberal de Manchester había cambiado, en la inspiración fundamental de su política, mucho menos de lo que afirmaba públicamente. Al pasar de las filas de los tories a la de los whigs, Churchill seguía siendo el fiel servidor de la monarquía y continuaba considerando los intereses del imperio como el norte de su política. No podía decirse que Churchill estuviese menos preocupado que Chamberlain y sus amigos por las consecuencias de la expansión industrial y comercial alemana. Hemos visto que desde su primer discurso parlamentario importante, en 1901, había previsto una gran guerra europea inminente y perturbadora, y veremos también que reconocerá en Alemania -dedicada desde hacía años a formar, según el programa de von Tirpitz, una gran flota- a la principal rival de Inglaterra. Pero el principio conductor del comportamiento político de Churchill se presenta como sustancialmente diferente. Sólo un imperio compacto, guiado por una Inglaterra que hubiera eliminado de su seno los mayores peligros de inquietud interna, podría afrontar la gran prueba que ineludiblemente le esperaba. Tal fue la orientación que guió la acción de gobierno de Churchill como miembro de los gabinetes liberales de Campbell-Bannerman y luego de Lord Asquith, en los años que precedieron a la primera guerra mundial, en un principio como subsecretario de Colonias y luego como ministro de Comercio y ministro del Interior. Por esta razón, Churchill se convirtió en el promotor de la reconciliación con los boers, contra los cuales había combatido con tanto encarnizamiento; por esta razón también provocó una intensa oposición en su nuevo partido, al pregonar y hacer triunfar la causa de la autodeterminación de esa Irlanda donde, de niño, había considerado a los "fenianos" como los más grandes y misteriosos enemigos de Inglaterra y del género humano. Por esa razón, él, que en el fondo sentía tan poco interés real por los problemas económicos y sociales, tan adverso al movimiento de los trabajadores en cualquier aspecto y en cualquier forma, sostuvo y aprobó las numerosas reformas sociales y políticas de las que se había hecho promotor el gabinete encabezado por Lord Asquith. Las disensiones dentro del Imperio, la revolución de Irlanda, las tendencias revolucionarias que habían vuelto a fomentar en la clase obrera inglesa con una intensidad desconocida desde la declinación del cartismo, todo esto debía ser frenado, detenido o decapitado, si se quería que Inglaterra pudiese presentarse, en la prueba decisiva, libre de contradicciones internas demasiado graves. El Churchill que en 1911 es nombrado Primer Lord del Almirantazgo, no hará más que recoger lo que él mismo y sus colegas habían sembrado en su actividad gubernativa.

** Palabras con que los ingleses acostumbran llamar a la bandera.

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