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Jueves, 19 de Septiembre de 2013
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CarloMagno: La Guerra en las Fronteras

   

La conquista de Italia y de Sajonia es la gran empresa efectuada por Carlomagno en el exterior. Es necesario agregar algo respecto a las guerras que siguieron.

A lo largo de la curva de las antiguas y nuevas fronteras del Estado franco, Carlomagno, ya porque quisiera prevenirse frente a vecinos peligrosos -los árabes, los ávaros, los eslavos- o porque deseaba colocar bajo su autoridad a provincias fronterizas -Bretaña, Baviera-, emprende una serie de expediciones que contribuyen al acrecentamiento de su poder. De nuevo se verá en el curso de las expediciones dirigidas contra los pueblos paganos, a los monjes que escoltan a los soldados; o sea a la religión unida a la política, para asegurar a la conquista una base sólida y perdurable. Y se verá la voluntad del rey dirigida a alcanzar soluciones precisas, como al mismo tiempo su preocupación por lograr -luego de la derrota- la organización de los países enemigos. Esto se realizó con diversa suerte. En lo que respecta a Bretaña, los "Anales reales" registran con cautela los resultados: "Pareció que la provincia estuviese enteramente sometida; y lo hubiera estado si la inconstancia de aquel pueblo pérfido, no lo hubiese incitado, según su costumbre, a un brusco cambio." El único resultado positivo en este país fue la organización y, tal vez, el refuerzo de una "marca" puesta bajo la autoridad de uno de los condes que mejor conocía el reino, lo que pareció, por lo menos, excluir la posibilidad de nuevas sorpresas y constituir el primer paso hacia una penetración metódica del interior del territorio bretón.

Baviera, país de antiguo asentamiento, desde largo tiempo cristiana, celosa de su independencia y muy unida a su casa ducal merece de Carlomagno un trato excepcional. De ahí su gran mesura, las prudentes negociaciones, la paciencia -contraria a su actitud habitual- que pone en su enfrentamiento con el duque Tasílón y que lo hace aparecer algo ingenuo al fingir creer en los juramentos de este duque que reíncide en el perjurio. "Retirado" el duque en un convento, Carlos se preocupó por no herir el amor propio de los bávaros; y aún después de la incorporación al Estado franco, Baviera fue mantenida en su autonomía y el rey franco aparece como el continuador del abolido poder ducal.

La conquista de Frisia, incierta y frágil en el comienzo del reinado, luego de la derrota de los sajones -sus vecinos- fue absoluta. Fue necesario -es verdad- un período bastante largo para anular el paganismo muy arraigado, pero sólo era cuestión de paciencia y tenacidad.

En cuanto a los eslavos -en las fronteras orientales de Sajonia, de Turingia y de Baviera- la política de Carlomagno parece haber tendido, no tanto a su incorporación al imperio, sino más bien a tenerlos en estado de sujeción y posiblemente, de control. Muy distinta y bien audaz es la política practicada con el pueblo ávaro. Llegados del corazón de Asia, los ávaros habían acampado en el centro del valle del Danubio, en las fronteras inciertas, practicando el saqueo, ya sea de los países balcánicos, ya de las varias regiones de la Europa occidental. Entre los años 787 y 796, los ataques y las campañas se suceden hasta el triunfo final y la conquista de los tesoros -el famoso "ring" **- que suscitó la maravilla de cronistas y poetas. También aquí, la técnica de la conversión religiosa -entonces ya perfeccionada dio sus frutos: los ávaros vencidos se convirtieron, en gran número y a pesar de algunas, resistencias, la asimilación del país prosiguió muy rápidamente; pese a conservar un gobierno autónomo, fueron reducidos a la categoría de pueblo vasallo. En el año 811 se ve a su jefe, el Khagan, llegar en actitud de deferente vasallo a Aquisgrán a rendir homenaje al emperador carolingio.

En la otra extremidad del reino -en el confín de los Pirineos- los árabes apremian de un modo inquietante. También, esta ocasión seduce a Carlomagno y concibe el proyecto de ir en ayuda de los cristianos de España. El gobierno musulmán de Barcelona, rebelándose contra su soberano -el emir de Córdoba- le asegura que los cristianos de la península y muchos sarracenos de importancia favorecerían el éxito de la expedición. En el año 778, Carlos se decide: la aventura se inicia. Pamplona cae en manos del rey franco y lo mismo ocurre con las ciudades situadas en el camino de Aragón, pero delante de Zaragoza sobreviene el fracaso; la empresa concebida sobre la base de la complicidad de un poderoso partido musulmán, favorable a la intervención cristiana, resultó frustrada. El buen sentido sugería no continuar. Se produce la retirada estratégica en la que el ejército no sufre al principio ninguna derrota; pero pasada la colina de Roncesvalles, la retaguardia es tomada por sorpresa y masacrada por las bandas vasconas. Suceso doloroso del que los cronistas no hablan más que en términos discretos, pero en el cual algunos de los mejores jefes del ejército, entre ellos el senescal del rey, el conde del palacio y el conde Roldán, fueron muertos. De estas víctimas la leyenda no ha conservado más que el último nombre, transformándolo en el héroe de la más famosa epopeya francesa del medioevo.

Pese a esa derrota Carlos no quiere rendirse y retorna en 795; las hostilidades continuaron hasta el 812, año en que se estipula la paz con el emirato de Córdoba. La expansión franca no pudo llegar al Elba, pero se aseguró, sobre la vertiente meridional de los Pirineos, una amplia faja de territorio que se extendía desde Barcelona al Golfo de Gazcuña, abarcando Navarra que quedó bajo protectorado franco. Gracias a la marca de España y de Navarra, una sólida barrera se opone a la presión de los musulmanes, los cuales, de este modo, no pueden golpear a Europa más que con la piratería. Además, quedan trazados los límites de dos Estados del medioevo: Cataluña y Navarra.

Gracias a todas estas campañas militares, Carlomagno extendió considerablemente las fronteras territoriales de su reino. Ningún Estado limítrofe pudo sustraerse a sus conquistas. Al norte, el mar lo protege de una extensa región con la cual mantiene relaciones' económicas, la Gran Bretaña. Carlos no podía pensar en este caso, en una penetración territorial pues carecía de una flota. Pero ejerció una gran influencia sobre aquella zona gracias al ascendiente de su poder, al intercambio de embajadores y al envío de consejeros. Alcuino -en particular- desempeña un papel considerable al establecer conexiones entre los jefes de Estado; se intercambio una correspondencia personal, frecuente, precisa, útil; se firma un pacto. En estas relaciones de Carlomagno con los soberanos anglo-sajones no hubo ningún deseo de dominación, sino un clima de amistad, de confianza, de intención, fundada sobre la comunidad de intereses políticos, económicos y religiosos. Considerando sólo los resultados positivos, la obra realizada por Carlomagno respecto de la consolidación territorial del reino franco y de la protección de sus fronteras, se puede calificar de notable. En lo que hace a la Galia -sometida íntegramente a su autoridad, con excepción de la indomable península armoricana- Carlomagno consiguió unir todos los territorios germánicos situados más allá del Rin. Unos y otros, formarán parte de la misma organización política, de la misma fe religiosa, de la misma civilización.

A lo largo de las fronteras terrestres del reino se fundaron "marcas" avanzadas que lo preservaron de invasiones. El reino franco forma así un todo sólidamente protegido respecto de las vías terrestres y sólo el futuro revelará su extrema vulnerabilidad en casos de ataque por mar; a pesar de su inmenso litoral marítimo no dispondrá nunca de una flota capaz de vencer a las móviles embarcaciones escandinavas y éstas, llegado el momento, sabrán beneficiarse con ello cuando, desaparecido Carlomagno, el Imperio se precipite en la discordia y la anarquía.

Contemplando esta obra se puede calcular el tiempo empleado en las guerras. Para los francos, la guerra es una institución nacional. Cada primavera, ya lo hemos dicho, los conduce comúnmente a las fronteras del Imperio contra uno u otro -a menudo varios- de los pueblos vecinos. Los cronistas recuerdan, como hecho excepcional, los años en que Carlomagno "ha permanecido tranquilo en su palacio con los francos, sin hacer la guerra (sine hoste)". Pero si se observa su política, se ve que el emperador procura tener siempre un único enemigo con quien combatir, y puesto ante el caso contrario hace concesiones provisorias, amargas seguramente para su orgullo.

** Los ávaros acumulan sus tesoros en un recinto que los occidentales llamaban con el vocablo germánico "ring" o círculo. El "ring" de los ávaros, al parecer, estaba ubicado -a fines del siglo VIII- entre Tiza y el Danubio.

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